martes, 20 de diciembre de 2011

ESPÍRITU SANTO: FUEGO ARDIENTE PROMETIDO

Yo me decía: “No pensaré más en el Señor, no hablaré más en su nombre”. Pero era dentro de mí como un fuego ardiente encerrado en mis huesos; me esforzaba en sofocarlo, pero no podía (Jr 20,9).

Don magnífico del Padre,
fuego ardiente prometido,
me devoras con tu celo,

tu palabra me hace hablar.

Santo Espíritu Divino

eres gracia derramada

que a los débiles levanta

y hace sabio a los sencillos.


No me olvido de tus dones,

me sostienen donde vaya.

Haz de mí suelo fecundo,

quiero darte de tus frutos:


Alegría, amor y paz,

gentileza, cortesía,

fe, paciencia, mansedumbre

y dominio de sí mismo.


Tu pasión es contagiosa,

te difundes como el rayo.

Ay de aquel que te resista,

quedaría muerto en vida.


Tú me alistas al combate,

me haces ágil contra el mal,

le hago frente a mi adversario,

la victoria tú me das.


Quién sería tu testigo,

quién podría ser tu enviado,

quién haría tus prodigios

si tu incendio no nos prende.


Mira qué apagados vamos,

somos un babel de lenguas,

un rebaño muy disperso

que edifica inútilmente.


¡Ven Espíritu Divino!

tu consuelo es esperado,

que te alcance nuestra angustia

de orfandad conmovedora.


Hazme fuerte, santifícame,

libérame y conviérteme.

Renuévame, hazme digno,

oh Paráclito Divino.

No hay comentarios: